1. PRIMERA ETAPA: La niñez o
infancia
Textos bíblicos de consulta:
2Tim.3:15. 1Sam.1:27.
Sal.83.Pr.22:6. Is.9:6. Mt.2:5. 18:3.Lc-18:16-17. 1:80.2:52. 1P.2:2. Dt. 6:7.
Hech.2:38




Primera definición de la niñez.
Medievalista e historiador francés, publicó en
1961 un estudio acerca de pinturas petroglifos y registros que hacen referencia a
la niñez. En este trabajo se concluye que antes del siglo XVII los niños fueron
representados como adultos en miniatura.
Desarrollo
de los niños en edad preescolar
Es la edad donde se crece más. La niñez se constituye
y caracteriza por 3 etapas que son: lactancia (bebé), primera infancia
(infante) y segunda infancia o niñez en sí (niño).
Desarrollo
físico
La niñez empieza a los dos años y termina a los diez
años y medio (a los 11 se Alcanza la Pre-adolescencia y a los 14 se alcanza la
adolescencia plena)
- El
aumento de peso promedia 2 kilos cada año, de modo que pesa aproximadamente
12 a 15 kilos, unas tres o cuatro veces el peso al nacer.
- Aumenta
de talla unos 7 a 13 cm cada año, para una talla promedio entre 85 y 95
cm.
- Postura
erecta, abdomen aún globoso sin que se hayan aún desarrollados sus
músculos abdominales, por lo que aparece una lordosis transitoria.
- La
frecuencia respiratoria es más lenta y regular, aproximadamente entre 20 y
35 respiraciones por minuto.
- Temperatura
corporal continúa fluctuando con la actividad, su estado emocional y su
ambiente.
- El
cerebro alcanza un 80% de su tamaño en comparación con el cerebro de un
adulto.
- 20
dientes de lactante han aparecido o a punto de completar su salida.
Desarrollo
motor
- Puede
caminar alrededor de obstáculos y camina en una posición más erecta.
- Se
acuclilla por períodos de tiempo más extensos durante el juego.
- Sube
escaleras sin ayuda, pero sin alternar los pies.
- Se
balancea en un pie por unos segundos, salta con relativa facilidad.
- A
menudo logra controlar sus esfínteres, pero los accidentes urinarios y de
defecación pueden ser esperados, puede ser capaz de anunciar sus
urgencias.
- Lanza
una pelota sin perder su equilibrio. Puede sostener una taza en una mano y
puede sacar sus botones de la camisa y bajar su cierre.
- Abre la
puerta girando la manilla.
- Toma el
lápiz en forma de puñal y hace trozos desordenados, puede imitar trazos
circulares.
- Se sube
a una silla de regular tamaño, se voltea y se sienta.
- Trepa a
ciertas alturas
Desarrollo
cognitivo
- La
coordinación de movimientos con la vista y la mano mejora, puede juntar
objetos y desarmar otros.
- Comienza
a usar objetos con propósito, como el empujar un bloque como si fuera un
barco.
- Logra
hacer simples clasificaciones, como el juntar ciertos juguetes por
parecidos.
Lenguaje
- empieza
ha hablar entre los 1 y 3 años.
- Disfruta
que le lean cuentos y participa apuntando con el dedo, haciendo sonidos
relevantes y volteando las hojas.
- Se
entera que el lenguaje es efectivo para captar la atención de otros y
satisfacer sus necesidades y deseos.
- Puede
tener un vocabulario entre 50 y 100 palabras.
- Comienza
a imitar las palabras de los demás.
- Juega
Cambios emocionales y sociales
- Se independiza más de los
padres y la familia.
- Aprende a tener una noción más
clara de lo bueno y lo malo.
- Comienza a entender el
concepto de futuro.
- Entiende cada vez más su lugar
en el mundo.
- Presta más atención a la
amistad y al trabajo en grupo.
- Desea cada vez más encajar
entre los amigos y ser aceptado por ellos.
Cambios mentales y cognoscitivos
- Adquiere rápidamente
habilidades mentales.
- Tiene mayor capacidad para
describir sus experiencias y hablar acerca de sus ideas y sentimientos.
- Muestra menos atención a sí
mismo y más interés en los demás.
Educación paternal positiva
- Demuéstrele afecto a su hijo
Reconozca sus logros.
- Ayude a su hijo a desarrollar el
sentido de la responsabilidad; por ejemplo, pídale que lo ayude con las
tareas del hogar, como poner la mesa.
- Hable con su hijo sobre la
escuela, los amigos y las cosas que desearía hacer en el futuro.
- Hable con su hijo sobre el
respeto por los demás. Anímelo a ayudar a las personas necesitadas.
- Ayude a su hijo a establecer
metas alcanzables; de esta manera, aprenderá a sentirse orgulloso de sus
logros y a necesitar menos de la aprobación y el reconocimiento de los
demás.
- Establezca reglas claras y haga
que se cumplan; por ejemplo, establezca por cuánto tiempo puede ver la
televisión y a qué hora tiene que acostarse. Sea claro acerca de lo que
es y no es aceptable respecto a su conducta.
- Ayude a su hijo a tener
paciencia; por ejemplo, enséñele a esperar su turno y a terminar una
tarea antes de ir a jugar. Anímelo a que piense en las posibles
consecuencias de sus actos.
- Hagan cosas divertidas en
familia, como jugar, leer y asistir a eventos en la comunidad.
- Involúcrese en las actividades
de la escuela de su hijo. Reúnase con los maestros y el personal de la
escuela para entender las metas de aprendizaje y buscar la manera de
trabajar con la escuela para ayudar a su hijo a lograr dichas metas.
- No deje de leerle a su hijo. A
medida que su hijo vaya aprendiendo a leer, tomen turnos en la lectura.
- Use la disciplina para guiar y
proteger a su hijo, en lugar de castigarlo y hacer que se sienta mal por
lo que hizo.
- Ayude a su hijo a enfrentar
nuevos retos. Anímelo a resolver por sí solo los problemas, como los
conflictos con otro niño.
La seguridad de los niños primero
Al tener más
independencia y aptitudes físicas, los niños están en un mayor peligro de
lesiones por caídas y otros accidentes. Los accidentes vehiculares son la causa
más común de muerte por lesión accidental entre los niños de esta edad.
- Proteja a su hijo
adecuadamente cuando viaja en automóvil. Para más información, visite el
sitio de la Academia Americana de Pediatría sobre las sillas de seguridad
en Car Safety Seats: A Guide for Familias.
- Enséñele a su hijo a estar
atento al tráfico y a seguir medidas de seguridad cuando se va caminando
a la escuela, monta su bicicleta o juega afuera.
- Asegúrese de que su hijo
entienda las medidas de seguridad relacionadas con el agua, y supervíselo
siempre que esté nadando o jugando cerca del agua.
- Supervise a su hijo cuando
esté realizando actividades peligrosas, como trepar.
- Hable con su hijo sobre cómo
pedir ayuda cuando la necesite.
- Mantenga fuera del alcance del
niño productos del hogar potencialmente peligrosos, como herramientas,
equipos, y armas de fuego.
Segunda definición de la niñez.
Infancia
o Edad preescolar: Esta
edad es desde que el niño nace hasta cuando empieza la niñez, cuando el niño ya
tiene que entrar al colegio. En esta edad no hay cambios físicos mayores como
en otras etapas de la vida, el cambio más notorio es el crecimiento que tiene
desde que nace hasta los 4 años aproximadamente.
La
Infancia
Es la etapa comprendida entre el nacimiento y los seis
o siete años.
Desarrollo físico y motor: El neonato pesa normalmente entre 2.5 a 3
kgs y tiene una estatura promedio de 0.50 m. Tiene una cabeza desproporcionada
en relación con su cuerpo y duerme la mayor parte del tiempo. Pero no es un ser completamente pasivo
ya que gradualmente va reaccionando a la variedad e intensidad de los estímulos
de su nuevo ambiente.
- Aparecen los primeros actos
reflejos:
- Succión del pecho materno
- Contracción pupilar.
- Reacción ante sonidos fuertes y
ante diversos sabores.
- Realiza
movimientos espontáneos e indiferenciados:
- Agita y retuerce su cuerpo
- Mueve los brazos y piernas
(pedalea)
- Reacciones emocionales
indiscriminadas de agitación y excitación que acompañan a los movimientos
espontáneos y que se producen ante estímulos agradables o desagradables.
- En el desarrollo motor
observamos lo siguiente:
·
- A las 15 semanas: Puede coger
un objeto perfectamente.
- A las 25 semanas: Se sienta
solo.
- A las 45 semanas: Gatea
- A los 15 meses: Ya camina solo.
- A los 2 años: Sube las
escaleras solo.
- A los 3 años: Corre de una
manera más uniforme, puede lavarse y secarse las manos solo, alimentarse
con una cuchara sin ensuciar demasiado, ir al baño, responder a
instrucciones.
Desarrollo cognoscitivo: Según Piaget, el infante, hasta los 6 o 7 años, pasa
por los siguientes periodos de desarrollo de la inteligencia:
1. Periodo de inteligencia senso – motora:
El infante se interesa en ejercitar sus órganos sensoriales, sus movimientos y
su lenguaje que le van permitiendo el ir afrontando
determinados problemas. Así, entre los 5 y 9 meses, el bebé
moverá su sonaja para escuchar el ruido.
2. Periodo de la inteligencia concreta:
A. Fase del pensamiento simbólico (2 – 4 años) Aquí el niño
lleva a cabo sus primeros tentativos relativamente desorganizados e inciertos
de tomar contacto con el mundo nuevo y desconocido de los símbolos. Comienza la adquisición sistemática
del lenguaje gracias a la aparición de una función simbólica que se manifiesta también en
los juegos imaginativos. Por ejemplo, el niño que le
regalaron una pelota grande y de colores que está colocada como un adorno. Sus hermanos salen a jugar (sin llevar
la pelota de siempre, sucia y pequeña) y le dicen al niño que traiga la pelota;
él llevará la que está de adorno porque para él no hay más pelota que la que le
regalaron.
B. Fase del pensamiento intuitivo (4 – 7
años) Se basa en los datos perceptivos. Así dos vasos llenos de la
misma cantidad de bolitas, el niño dirá que hay más en el vaso largo. En este
periodo el desarrollo del niño va consiguiendo estabilidad poco a poco, esto lo
consigue creando una estructura llamada agrupación. El niño comienza
a razonar y a realizar operaciones lógicas de modo concreto y sobre cosas manipulables. Encuentra
caminos diversos para llegar al mismo punto (sabe armar rompecabezas).
En la infancia se produce el egocentrismo, es
decir, todo gira entorno al "yo" del infante y es incapaz de
distinguir entre su propio punto de vista y el de los demás. También en este
periodo predomina el juego y la fantasía, por lo que el infante gusta
de cuentos, fábulas y leyendas. Mediante su exaltada fantasía dota de
vida a los objetos y se crea un mundo psicológico especial.
Desarrollo afectivo, sexual y social: Se
distinguen tres fases:
Fase oral: El niño nace preparado a
conservar la vida mamando, y mientras se nutre tiene las primeras relaciones
con los demás, creando de este modo un nexo entre afecto y nutrición
y entre necesidad de los otros y actividad oral. El niño llevará – para
experimentar y comunicar con los demás: todo a la boca, (siente placer).
La relación oral incluye la comunicación a través del tacto, el olor, la
posición del cuerpo, el calor, los nexos visuales, el rostro de la
madre, etc.
Esta etapa se supera, pero siempre nos
quedan rezagos tales como mascar chicle, fumar, llevar objetos a la boca.
Fase anal: Se denomina así porque el niño
ya comienza a controlar sus esfínteres y obtiene un placer reteniendo los
movimientos intestinales que estimulaban la mucosa anal.
Hay que tener en cuenta que el efectivo control de la defecación se alcanza sólo luego
que ha sido posible el control muscular a través de la maduración de los rasgos
nerviosos de la médula espinal. Por tanto una educación prematura a la limpieza lleva a fijar a la persona en el carácter anal; por ejemplo: El
avaro. El coleccionar objetos es un rezago de analidad.
Fase elíptica: El infante desarrolla un
intenso amor por el progenitor del sexo opuesto. El niño se apega a la madre y la
niña al padre.
El niño es posesivo, de aquí que el padre
es sentido un intruso y un rival (complejo de edipo). En esta rivalidad frente
al padre, el niño teme ser destruido por el padre (complejo de castración). Al
mismo tiempo nace una angustia en el niño o por el temor confirmado de poder ser destruido por el padre o por su
hostilidad frente a un padre que, pese a todo, lo quiere (sentimiento de
culpa). Finalmente el niño descubre que para llegar a poseer a su madre tiene
que llegar a ser todo un hombre como su padre (principio de
identificación). Aquí es cuando el niño comienza a interiorizar las normas de los padres conformándose el
"super yo". Analógicamente se llega a la identificación de la niña
con su madre.
La mayoría de los problemas en las etapas
posteriores tienen su origen en un Edipo no resuelto. Son manifestaciones de
una fijación en esta etapa cuando hay falta de
identificación con su propio sexo. Concluimos afirmando que, en esta etapa, el
niño aprende a ser varón y la niña a ser mujer.
2. SEGUNDA
ETAPA. La Adolescencia
Textos bíblicos de consulta: Dt. 22:15-21. 1Cr.29:1. Gn.22:2. Sal.128:3.
144:12. Pr.29:7. Jer.3:14. 18:20. Lc.8:42.



Es la etapa en que el individuo deja de ser un niño, pero sin haber
alcanzado aún la madurez del adulto. Sin embargo, es un tránsito complicado y
difícil que normalmente debe superar para llegar a la edad adulta. Se considera
que la adolescencia se inicia aproximadamente a los 12
años promedio, en las mujeres y a los 13 años en los varones. Este es el
momento en que aparece el periodo de la pubertad, que cambia al individuo con respecto a
lo que hasta entonces era su niñez.
En la adolescencia se distinguen dos etapas:
1) Pre-adolescencia (fenómeno de la pubertad)
2) Adolescencia propiamente dicha.
1. La Pre adolescencia:
- Desarrollo
físico: Se produce una intensa actividad hormonal. Se inicia a los 11 o 12
años en las mujeres y a los 13 o 14 años en los varones. En las mujeres
aparece la primera menstruación y en los varones la primera eyaculación;
pero en ambos todavía sin aptitud para la procreación. En ambos sexos
aparece el vello púbico.
Se da también un rápido aumento de
estatura, incremento en el peso, aparición de caracteres sexuales secundarios;
en las mujeres: senos, caderas, etc. En los varones: Mayor desarrollo muscular,
fuerza física,
aumenta el ancho de la espalda, cambio de voz, pilosidad en el rostro, etc.
- Desarrollo cognoscitivo:
- No confunde lo real con lo
imaginario y por tanto puede imaginar lo que podría ser.
- Usa con mayor facilidad los procedimientos lógicos: análisis, síntesis… Descubre el juego del
pensamiento.
- Desarrollo su espíritu crítico.
- Discute para probar su
capacidad y la seguridad del adulto.
- En
ocasiones es fantasioso, pero con poca frecuencia. Hay una proyección de
sí en el porvenir; pero también a veces evade lo real.
- Desarrollo
tendencial:
- Tiene necesidad de seguridad
pero a la vez una necesidad de independencia de sus padres.
- Esto hace que despierte la
necesidad de libertad, de ser independiente y libre;
para ello emplea la desobediencia como una necesidad.
- Desarrollo afectivo:
- Gran intensidad de emociones y sentimientos.
- Hay desproporción entre el
sentimiento y su expresión.
- Las manifestaciones externas
son poco controladas y se traducen en tics nerviosos, muecas, refunfuños,
gestos bruscos, gritos extemporáneos.
- Pasa con facilidad de la
agresividad a la timidez.
- Desarrollo social:
- Creciente emancipación de los
padres.
- Busca la independencia pero a
la vez busca protección en ellos.
- Se da mutua falta de
comprensión (con sus padres)
- Tiene necesidad de valorarse,
de afirmarse, de afiliación y de sentirse aceptado y reconocido por los de
su entorno.
- Su principal interés son las diversiones, el deporte,
etc.
- Desarrollo sexual:
- Tendencia a la separación entre
chicos y chicas.
- Gran curiosidad por todo lo
relacionado con la sexualidad
- Desarrollo social:
- Va pasando de la heteronimia a
la autonomía.
- Aquí influye mucho la moral de la familia como testimonio. Así el
adolescente será capaz de:
- Fijar metas y objetivos propios.
- Organizar su actividad en
conformidad con sus proyectos.
- Organizar mejor y
eficientemente su tiempo libre.
- Desarrollo religioso:
El desarrollo religioso puede ser
problemático cuando:
- Los padres no dan testimonio,
usan la religión como disciplina y no son estables.
- Cuando el muchacho encuentra
serias dificultades en el ramo de la sexualidad.
- Cuando la religión, en el
ambiente social, es considerado como "cosa de mujeres",
"pueril".
- Cuando la catequesis recibida
en la infancia ha sido formalista y separada de la vida.
De lo contrario el desarrollo religioso es
satisfactorio.
2. La Adolescencia
propiamente dicha:
- Desarrollo Cognoscitivo: La
adolescencia es la etapa donde madura el pensamiento lógico formal. Así su
pensamiento es más objetivo y racional. El adolescente empieza a pensar
abstrayendo de las circunstancias presentes, y a elaborar teorías de todas las cosas. Es capaz de
raciocinar de un modo hipotético deductivo, es decir, a partir de hipótesis gratuitas y, procediendo
únicamente por al fuerza del mismo raciocinio, llegar a conclusiones que
pueden contradecir los datos de la experiencia.
La adolescencia es también la edad de la
fantasía, sueña con los ojos abiertos ya que el mundo real no ofrece bastante
campo ni proporciona suficiente materia a las desmedidas apetencias de sentir y
así se refugia en u mundo fantasmagórico donde se mueve a sus anchas.
Es también la edad de los ideales. El
ideal es un sistema de valores al cual tiende por su extraordinaria
importancia. El adolescente descubre estos valores y trata de conquistarlos
para sí y para los demás. Aunque este hecho no afecta a todos los adolescentes. Depende de la formación recibida.
- Desarrollo motivacional: Según
Schneiders , en el adolescente sobresalen los siguientes motivos:
- Necesidad de seguridad: Se
funda en un sentimiento de certeza en el mundo interno (estima de sí, de
sus habilidades, de su valor intrínseco, de su equilibrio emocional, de su integridad
física) y externo (económica, su statuts en la familia y en el grupo). El adolescente puede sufrir inseguridad por los cambios fisiológicos,
la incoherencia emotiva o por la falta de confianza en los propios
juicios y decisiones.
- Necesidad de independencia:
Más que una existencia separada y suficiencia económica, significa, sobre
todo, independencia emocional, intelectual, volitiva y libertad de acción. Se trata de una afirmación de sí.
- Necesidad de experiencia:
Fruto del desarrollo y la maduración que en todos sus aspectos son
dependientes de la experiencia. Este deseo de experiencia se manifiesta
claramente en las actividades "vicarias" (TV, radio, conversación, cine, lecturas,
juegos, deportes). Por esto mismo se meten en
actividades poco recomendables: alcohol, drogas, etc.
- Necesidad de integración (de identidad): Que es un deseo inviolable y
de valor personal.
- Necesidad de afecto: Sentir y
demostrar ternura, admiración, aprobación).
- Desarrollo afectivo: Es difícil
establecer si la adolescencia es o no un periodo de mayor inestabilidad
emotiva . Pero nada impide reconocer la riqueza emotiva de la vida del
adolescente y su originalidad.
La sensibilidad avanza en intensidad,
amplitud y profundidad. Mil cosas hay ante las que ayer permanecía indiferente
y, hoy, patentizará su afectividad. Las circunstancias del adolescente, como la
dependencia de la escuela, del hogar, le obligan a rechazar hacia el interior
las emociones que le dominan. De ahí la viveza de su sensibilidad: al menor
reproche se le verá frecuentemente rebelde, colérico. Por el contrario, una manifestación
de simpatía, un cumplido que recibe, le pondrán radiante, entusiasmado, gozoso.
El adolescente es variado en su humor.
- Desarrollo social: Tanto el
desarrollo cognoscitivo, como el motivacional y afectivo agilizan el proceso de socialización. El adolescente tiene en su
comportamiento social algunas tendencias que conviene reseñar:
·
- A medida que crece, son
mayores y más variadas sus experiencias sociales.
- Este mayor contacto con la sociedad favorece un conocimiento más real de la sociedad.
- Mayor conciencia de los demás, así como una
progresiva conciencia de pertenencia a una clase social
- Otras tendencias importantes
son la madurez de la adaptación heterosexual, la búsqueda de status en el
grupo de compañeros de la misma edad y la emancipación de la familia.
En este proceso de socialización
encontramos en el adolescente una serie de oscilaciones tales como:
- Oscilación entre excitación y depresión: trabajo y ocio, buen humor y llanto.
- Oscilación entre sociabilidad e
insociabilidad: delicados e hirientes, tratables e intratables.
- Oscilaciones entre confianza y
desconfianza de sí mismos.
- Oscilaciones entre vida heroica
y sensualidad.
En esta época aparecen rivalidades y
luchas para obtener el poder y ejercerlo sobre lso demás. Prueba sus fuerzas
físicas y así se convierte en agresivo, lo que se manifiesta con ciertos actos
exteriores (se golpean unos a otros), palabras agresivas (se insultan),
manifestaciones reprimidas y ocultas, agresividad contra sí mismos, agresividad
contra las cosas.
La situación del adolescente frente a la
familia es ambivalente: Por una parte está la emancipación progresiva de la
familia, lo que implica un riesgo; y por otra, el adolescente percibe que
su familia es fuente de seguridad y ayuda, con miedo a perderla.
Esta situación puede o no ser conflictiva.
Depende cómo los hijos son educados. Será entonces, conflictiva:
- Por las relaciones personales
precedentes defectuosas.
- Por el sentido de inutilidad
por parte de los padres.
- Por sobreprotección parental o
por abandono.
- Por dudas de parte de los
padres en torno a la responsabilidad de sus hijos.
- Por el fenómeno de la
constancia perceptiva, a través de la cual a los hijos se les ve siempre
"niños".
- Por las frustraciones de los
padres proyectadas a sus hijos que llevan a una identificación a la
inversa y a una mala interpretación.
- Los padres afrontan los
problemas de hoy en contexto de ayer.
- Por el hecho de que los padres
son adultos y representan a la clase privilegiada, que niega al
adolescente el "status" del mismo género.
- Por el "conflicto de generaciones" debido a
los contrastes que pueden surgir por la diferencia de edad entre dos
generaciones.
Una línea de solución está en la
comprensión, en un gradual proceso decisional comunitario. Durante la
adolescencia, la escuela favorece la reorganización de la personalidad sobre la base de la
independencia. La escuela facilita:
- La emancipación de los padres
- Un status autónomo fundado
sobre su propia acción.
- La constitución de grupos
- Una mayor independencia
volitiva al tratar con los adultos.
Pero también la escuela puede presentar
los siguientes obstáculos:
- Puede desatender problemas
vitales (si se limita a lo intelectual)
- Ignora al estudiante como
individuo (sólo exige rendimiento)
- Prolonga las relaciones adulto
– niño.
- Algunas escuelas son el campo
de batalla de contiendas ideológicas y políticas.
Hemos de ver también las relaciones entre
adolescentes: La amistad entre adolescentes se caracteriza por la
sinceridad, el altruismo, la delicadeza. Se precian de tener los mismos gustos
y opiniones, se imitan, se tienen mutua confianza, se quieren con exclusividad,
se sacrifican unos por otros.
Entre ellos predominan los grupos primarios, se reúnen con frecuencia,
participan de las mismas diversiones, peligros y emociones. El grupo
proporciona a los adolescentes bienes diversos:
- Les da sentimiento de
seguridad, protección y solidaridad.
- Facilita las amistades
- Es una escuela de formación
social
- Ayuda a emanciparse de sus
padres
- Reduce el conjunto de
frustraciones.
- Desarrollo sexual: La sexualidad del
adolescente no es sólo un fenómeno psico - fisiológico, sino también socio –
cultural. Los valores, costumbres y controles sexuales de
la sociedad en que vive el adolescente determinan en gran parte su actitud y comportamiento psicosexual.
Todos los adolescentes en un momento dado
se preocupan más o menos de su desarrollo sexual pero de ello no hablan
espontáneamente sino en un clima de gran confianza. La tensión sexual que
tiene todo adolescente es el resultado de tres tipos de estimulantes que operan
de forma compleja: La acción de mundo exterior, la influencia de la vida
psíquica y la acción del organismo.
En la adolescencia comienzas las primeras
atracciones heterosexuales, la chica es más corazón y el chico es más cuerpo. La chica es
más exhibicionista que el chico.
- Desarrollo moral: La moral para los adolescentes no es una exposición de principios, ni un conjunto de convenciones
sociales; es, ante todo, un comprometer todo su ser a la búsqueda de la imagen ideal de sí mismo, donde pone a prueba la
fuerza de la voluntad, la solidez de las posibilidades y cualidades personales.
Hay algunos valores morales que ellos prefieren por ser más brillantes, más
nobles y porque exigen un don de sí más absoluto.
- El sentido del honor:
sentimiento de la nobleza y de la dignidad del hombre frente al hombre.
- La sinceridad, signo de una
personalidad que se afirma.
- La valentía, motor de muchos
actos.
- La lealtad.
- Desarrollo religioso: En la adolescencia
se pone en movimiento exigencias particulares como el
encuadramiento del propio yo en un mundo que tiene un sentido absoluto; estas
exigencias hallan respuesta sólo en una específica dimensión religiosa. En esta
edad, lo trascendente son afirmados como tales. Sin duda que para esto influye
la educación dada por los padres, la ecuación de la escuela y el medio
ambiente.
El grupo de compromiso en la fe ahonda la
religiosidad del adolescente y lo abre a los demás.
3. TERCERA
ETAPA. La juventud
Textos bíblicos de consulta: 1R, 12:8. 2Cr.10:8. Sal.119:9. Is.40:30. Mr.14:51. 1P.5:5. Mt.19:20. Pr.5:18.



Es la etapa comprendida aproximadamente de
los 18 a los 25 años. Es la etapa en la que el individuo se encuentra más
tranquilo con respecto a lo que fue su adolescencia, aunque todavía no ha
llegado al equilibrio de la adultez. El joven es capaz de orientar su vida y de
ir llegando a la progresiva integración de todos los aspectos de su
personalidad.
En el campo del conocimiento: El joven es
más reflexivo y más analítico. Es la mejor época para el aprendizaje intelectual, porque el
pensamiento ha logrado frenar cada vez más los excesos de la fantasía y es
capaz de dirigirse más objetivamente a la realidad. Tiene ideas e iniciativas
propias, pero no deja de ser un idealista; sus ideales comienzan a
clarificarse. De ahí nace el deseo de comprometerse.
En el aspecto moral: Los valores empiezan
a tener jerarquía en la que predomina la justicia y es capaz de distinguir lo prioritario
y lo urgente. Rechaza la imposición, no con agresividad sino con una sana
rebeldía. Asume una conciencia propia de sus actos y les da el valor moral que
les corresponde.
Su desarrollo puede desembocar en la autonomía
y entonces sabrá integrar a sus convicciones personales los valores presentados
por la sociedad, la religión, el grupo y el ambiente de trabajo o de estudio.
Pero también puede desembocar en la dependencia,
entonces será arrastrado por lo que los otros, será como un barco sin anclas en
el que las olas le harán bailar hasta que la primera tempestad le haga
naufragar.
Nace en el joven el concepto de bien y de mal.
En el ámbito vocacional: Es el momento en
el que el joven se orienta hacia una profesión, hacia el mundo del trabajo,
todo se concretiza en el PROYECTO DE LA EXISTENCIA. Ese proyecto es el
conjunto de valores en el que el joven crece, le da una orientación a la propia
vida y lo orienta dinámicamente hacia el futuro.
Puede el joven desviarse escogiendo un
proyecto consumístico, egocéntrico; un proyecto válido ha de tener en cuenta el
hecho fundamental de la existencia, las convicciones religiosas, el compromiso…
Todo esto supone una opción inteligente y
libre. En esa medida será una opción que responda al hecho fundamental de la
existencia: "ser para el otro" será una opción de amor.
En la vida afectiva y sexual: Mirando
hacia atrás, un joven se ríe de sus fracasos sentimentales, porque empieza a
descubrir lo que es realmente el amor. El joven varón, luego de sentirse
atraído por el físico de las chicas y por las chicas que llenaban determinadas
cualidades, ahora necesita amar a una sola persona con quien proyectar
posteriormente una comunidad de vida.
La joven deja de soñar en su príncipe
azul, para aceptar un muchacho como es, e iniciar un diálogo de amor auténtico.
El amor ya no es para él o para ella un
simple pasatiempo, una necesidad social, un escape, una compensación, sino un
compromiso serio y respetuoso con la persona a quien ama. Todo esto implica que
el joven es ya dueño de sí, controla sus impulsos y así se desempeña
oportunamente.
Su socialización: Frente a los demás, el
joven actúa responsablemente, es decir, haciendo uso de su libertad es capaz de
responder de cada uno de sus actos, de tener conciencia de lo que dice y hace
en orden a la realización del proyecto de vida. Esto significa que el joven:
- Asume la vida como tarea
- Es consciente de su solidaridad
con los demás
- Está convencido que su vida es
para los demás
- Está abierto a nuevas
responsabilidades
El joven va concluyendo la emancipación de
la familia mientras que se abre cada vez más a múltiples relaciones sociales.
Descubre las ideologías y se orienta por un ideario político, pero también
entra en conflicto ante diversas pretensiones totalizantes que lo llevan a
relativizar todo (para él vale tanto Julio César, como Mao, Jesucristo o
Mahoma). Otro peligro es caer en la politiquería.
Desarrollo religioso del joven: En el
joven se verifican profundas transformaciones en el pensamiento religioso. Así,
el joven fundamenta críticamente la religión con mayor base motivacional, pero
también puede acentuar su crítica sobre determinadas formas
institucionales que se oponen al ideal de un pueblo de Dios en marcha.
Para algunos jóvenes la visión religiosa
del hombre y del mundo puede servir de soporte a la autonomía moral. A las
antiguas motivaciones de origen parental (es malo porque está prohibido por los
padres) o de rigen social (es malo porque está prohibido por el grupo o la
sociedad) se sustituye la mueva motivación racional y religiosa (es malo porque
está contra el orden establecido por Dios para la realización del hombre).
En esta época se presentan las dudas
religiosas. Aquí hemos de distinguir entre una duda positiva y otra negativa.
La duda positiva es de la persona que busca una más grande verdad,
desarrollando una función de ulterior maduración. La duda negativa, en cambio,
es síntoma de una personalidad religiosa en crisis fruto de un pasado religioso harto de
dificultades.
El joven al ingresar a la universidad o a un centro de estudios superiores,
se encuentra con una serie de ideologías que pretenden dar una explicación
exhaustiva del hombre y del mundo. Frente a este fenómeno el peligro es el de
querer relativizar todo.
4. CUARTA
ETAPA. La adultez
Textos bíblicos de consulta: 1Tim.5:11. Gn.1:27. Aal.56:4.60:11. Jer.17:5. Jn.7:46. 19:5. Heb.13:6. Mt.9:20. 27:55. Ef.5:28,31. Hech.17:4. 1Co.7:2. 11:7. 1P.3:7.



Es la etapa comprendida entre los 25 a los 60 años
aproximadamente, aunque como es sabido, su comienzo y su término dependen de
muchos factores personales y ambientales.
En esta etapa de la vida el individuo
normalmente alcanza la plenitud de su desarrollo biológico y psíquico. Su
personalidad y su carácter se presentan relativamente firmes y seguros, con todas las diferencias individuales
que pueden darse en la realidad.
Así, hay adultos de firme y segura
personalidad capaces de una conducta eficaz en su desempeño en la vida; hay otros de una
personalidad no tan firme ni segura; finalmente existen los que adolecen de una
pobre y deficiente manera de ser (personalidad) que los lleva a comportamientos
ineficaces y hasta anormales.
El adulto maduro se distingue por
las siguientes características:
- Controla adecuadamente su vida
emocional, lo que le permite afrontar los problemas con mayor serenidad y
seguridad que en las etapas anteriores.
- Se adapta por completo a la
vida social y cultural. Forma su propia familia. Ejerce plenamente su
actividad profesional, cívica y cultural. Es la etapa de mayor rendimiento
en la actividad.
- Es capaz de reconocer y valorar
sus propias posibilidades y limitaciones. Esto lo hace sentirse con
capacidad para realizar unas cosas e incapaz para otras. Condición básica
para una conducta eficaz.
- Normalmente tiene una
percepción correcta de la realidad (objetividad), lo cual lo capacita para
comportarse con mayor eficacia y sentido de responsabilidad.
El adulto inmaduro presenta
características completamente opuestas:
- Es contradictorio en su comportamiento
(incoherente) y no controla sus reacciones emocionales.
- No percibe la realidad tal como
ésta es (falta de objetividad).
- Menos consciente, responsable y
tolerante (falla en el trabajo)
- No se adapta adecuadamente a la
vida social (inadaptado)
5. QUINTA ETAPA. La Vejez
Textos bíblicos de consulta: Sal.37:25. Job.4:26. Sal.71:9,18, 92:14. Pr.15:31.20:29.
Gb.25;9. Is.18:7. Est.1:20. Pr.31:20.



Esta
etapa empieza a los 60 años y termina a los 70 años aproximadamente, en esta
edad se ven cambios físicos, parecido por ejemplo al de la adolescencia donde
sufren de acné; en esta edad empiezan las arrugas más notorias, y las conocidas
“patas de gallo”, son arrugas que están en la parte lateral de la cara, al lado
del ojo.
En
esta edad también hay algunos cambios sicológicos, que es la depresión o
también llamada crisis de los 50, donde a las personas les da una depresión
cuando empiezan la década de sus 50 años.
La etapa final de la vida, conocida también como
tercera edad, se inicia aproximadamente a los 60 años. Se caracteriza por una
creciente disminución de las fuerzas físicas, lo que, a su vez, ocasiona en la
mayoría una sensible y progresiva baja de las cualidades de su actividad
mental.
La declinación biológica se manifiesta por una
creciente disminución de las capacidades sensoriales y motrices y de la fuerza
física; las crecientes dificultades circulatorias, ocasionadas
por el endurecimiento de las arterias; y en general, el progresivo deterioro
del funcionamiento de los diversos órganos internos.
El anciano va perdiendo el interés por las
cosas de la vida, y viviendo cada vez más en función del pasado, el mismo que
evoca constantemente, ya que el presente y el futuro le ofrecen pocas
perspectivas. Por eso es predominantemente conservador y opuesto a los cambios,
pues así se siente seguro.
Como consecuencia de la declinación
biológica, y por factores ambientales, también se van deteriorando las
funciones intelectuales (inteligencia, memoria, pensamiento, etc). Pero este deterioro
es muy distinto en las diversas personas, dándose el caso de ancianos de
avanzada edad que se conservan en excelente forma.
Los rasgos de la personalidad y del
carácter se van modificando. Los ancianos que han tenido una adultez inmadura
no saben adaptarse con facilidad a sus nuevas condiciones de vida. Manifiestan
entonces una marcada tendencia a la desconfianza, el egoísmo, la crítica aguda
(especialmente a los jóvenes) y reaccionan agriamente contra sus familiares y
el ambiente social.
En cambio, otros ancianos, que fueron
adultos maduros, se adaptan mejor a su nueva situación y muchos hasta parecen
exagerar el optimismo, buen humor y generosidad. Esto se deba a que, en el
fondo, en la vejez se acentúan los rasgos que distinguieron
el carácter en la adultez, por lo mismo que el individuo ya no es capaz de
ejercer un completo control y dominio de sus manifestaciones psicológicas.
En los individuos especialmente dotados,
la ancianidad es una etapa de gran comprensión, equilibrio y productividad. Tal es el caso de personalidades
ilustres que siguieron contribuyendo activamente a la vida social y cultural de
su época cuando ya la mayor parte de sus coetáneos descansaban en sus cuarteles
de invierno.
La ancianidad es la etapa final de la vida
y de be merecer el más grande respeto, consideración y protección.
La actitud que más comúnmente se
prolonga en las sucesivas etapas de nuestro crecimiento es el EGOCENTRISMO de
la niñez y de la infancia. Este egocentrismo genera en nosotros diversas
manifestaciones que las vamos a resumir en el siguiente cuadro:
El Vedette: Busca la admiración por la admiración. La fama y popularidad es
sinónimo de superioridad. Alardea, exagera, miente, hace comedias con tal de
ser visto y tomado en cuenta. Cuando no tiene público se siente deprimido y
apagado.
El Vedette vive sujeto a las opiniones de los otros. Se deprime cuando le han criticado y ridiculizado y se exalta cuando se siente elogiado. Su personalidad tiene poco fondo. Por eso trata de revestirse de formas: fama, dinero, admiración, popularidad. Poco a poco su rostro se va tornando en fachada hecha de fanfarronería, grandilocuencia, engreimiento y mentira. Cuando nadie le alabe, él mismo lo hará. En el fondo es un fracasado, pero no lo acepta. Los amigos se compadecerán de él y entonces se volverá agresivo o se hundirá en el aislamiento. El Nerón: No le importa brillar, sino gobernar e imponer. Su máxima emoción es “manejar” los acontecimientos y las personas, saber que se hace lo que él ordena. La imagen de su Yo es el conquistador: César, Napoleón, Hitler… Su máxima pesadilla es descubrir su debilidad. Saber que alguien es más fuerte que él. Busca el influjo social para decidir. Los demás deben aceptar su superioridad y sentirse menos que él. Siempre se hizo su voluntad, sus padres fueron los primeros súbditos. Jamás se le privó de un capricho. El Menino: El menino vive de la compasión de sus amigos. Engendra compasión exagerando sus sufrimientos o inventándolos. Cuando más compasión busca, más se alejan los amigos. Roto este círculo, toda la vida del menino puede convertirse en alegría. La imagen de su Yo es generalmente del “bebé” abandonado y desprotegido. Su pesadilla es quedarse sin protectores. El Quelonio: Busca la soledad y rehúye molestias, metiéndose dentro de su propio caparazón. Se oculta de su propia impasibilidad y renuncia al mundo asumiendo la actitud de la zorra ante las uvas. No se preocupa de él y, entonces, se encierra cada vez más y se aísla. La imagen de su Yo es la de Diógenes en su tonel, es como un cuarto oscuro. |
Vejez, jubilación y el mito social
De consejería cristiana del seminario Reina valera
Ser viejo no es sinónimo de estar enfermo o de estar
necesariamente triste, pero con frecuencia se considera normal un descenso en
el estado de ánimo de los ancianos.
Cuando un adulto alcanza la edad de la jubilación
representa para la propia persona dos cosas: por un lado ha alcanzado la vejez
y por otro ya no es útil a la comunidad. Una y otra cosa van unidas y comportan
sendos duelos porque el colectivo "ancianos" están relegados de la
sociedad competitiva en la que vivimos.
INTRODUCCIÓN:
Para muchas personas la vejez es un proceso continuo
de crecimiento intelectual, emocional y psicológico. Momento en el cual se hace
un resumen de lo que se ha vivido hasta el momento.
Es un periodo en el que se debería gozar de los logros
personales y contemplarse los frutos del trabajo personal, útiles para las
generaciones venideras.
El envejecimiento es un proceso que comienza pronto en
la persona. En general esta realidad no se tiene en cuenta. Afecta a todos y
requiere una preparación, como la requieren todas las etapas de la vida.
La vejez constituye la aceptación del ciclo vital,
único y exclusivo de uno mismo y de todas aquellas personas que han llegado a
este proceso.
Supone una nueva aceptación del hecho que uno es
responsable de la propia vida.
Saber que todos envejecemos, prepararnos para hacerlo
bien y sacarle mayor provecho posible a esos años, es un aspecto importante de
nuestra educación.
El envejecer es un proceso dinámico, gradual, natural
e inevitable. Este proceso es impreciso. Nos vamos dando cuenta de él por el
reconocimiento de nuestro cuerpo cambiante, del espejo, de la mirada del otro y
de la exclusión de la sociedad en la mala interpretación del proceso
productivo.
La etapa de la vejez comienza alrededor de los 65 años
y se caracteriza por un declive gradual del funcionamiento de todos los
sistemas corporales. Por lo general se debe al envejecimiento natural de las
células del cuerpo.
A diferencia de lo que muchos creen, la mayoría de las
personas de la tercera edad conservan un grado importante de sus capacidades,
tanto físicas como mentales, cognitivas y psíquicas.
También es cierto que la vejez es una etapa
caracterizada por la multiplicidad de perdidas y la elaboración de duelos que
acontecen esas perdidas.
El sujeto que envejece va perdiendo interés vital por
los objetivos y actividades que le posibilitan una interacción social
produciéndose una apatía emocional sobre los otros, y al mismo tiempo, el
sujeto se encierra en sus propios problemas.
Esta situación conlleva al aislamiento progresivo del
anciano. Esta desvinculación obedece en gran parte a las actitudes adoptadas
por el entorno.
Como parte del imaginario social y colectivo circulan
una gran cantidad de ideas erróneas acerca del envejecer y la vejez,
funcionando como mitos y prejuicios y perjudicando de esta manera el buen
envejecer así como la adecuada inserción del adulto.
Estos prejuicios incorporados en la mentalidad de la
gente, funcionan determinando actitudes negativas frente al proceso del
envejecer, acentuándose aun mas con los viejos.
Estas ideas y prejuicios no surgen azarosamente, sino
que son producto del tipo de sociedad a la que pertenecemos, una sociedad
asentada sobre la productividad y el consumo, con grandes adelantos
tecnológicos, y donde la importancia de los recursos están puestos en los
jóvenes y en los adultos que pertenecen a la vida productiva.
En forma equivocada la sociedad valora todo aquello
que le resulta productivo, por lo tanto fácilmente se considera que las
personas mayores no aportan nada, o que por el contrario representan una carga
para la sociedad.
En consecuencia, exceptuando algunos sectores, se hace
una valoración negativa, desgraciada y poco respetuosa de las personas mayores.
La sociedad moderna excluye a nuestros mayores,
provocando en ellos malestar y complicaciones, falta de ilusión, de alegría, de
animo. Pero el mas grande que sufren es la soledad. Estar ausente sin
integrarse en el grupo social o familiar como mero sujeto pasivo que subsiste
entre recuerdos y nostalgias.
La falta de comunicación de afectividad y la
incomprensión, son factores determinantes y creadores de tristeza y de
enfermedades.
En la sociedad actual prima lo joven, lo bello, lo
pasional, el hedonismo puro, y todo sujeto que no se incluya en este rol de
comportamiento esta apartado de la sociedad.
Por la edad o el aspecto físico se los arrincona, se
los jubila y abandona a su suerte, perdiendo desde el poder adquisitivo hasta
la dignidad, deteriorándose su calidad de vida.
La jubilación actúa como barrera demarcatoria, dejando
afuera de este circulo a todos aquellos que, cumpliendo 60 o 65 años engrosan
las filas de los llamados "pasivos", obligándolos a replegarse sobre
si mismos a un reposo forzoso.
Se considera que jubilarse es sinónimo de " no
productivo", de falta de actividad.
Muchas veces la jubilación es pensada como un vacío,
como un mazazo para el cual la persona no se encuentra preparada, dejando al
sujeto sin nada que hacer.
Si bien para muchos la jubilación es el momento de
disfrutar del tiempo libre, para otros es un momento de estrés, ya que el
retiro les supone una perdida del poder adquisitivo y por ende en la
autoestima.
Es por ello que con la jubilación se produce un
agujero que no puede llenarse. Es necesario que a lo largo de la vida las
personas, según sus tendencias e intereses, amplíen de circulo de actividades,
de manera tal que al llegar a la vejez, puedan ocupar el tiempo que tienen a su
disposición.
La tercera edad es en realidad un momento propicio
para dedicarse a actividades que, por falta de tiempo no pudieron realizarse
antes.
La mayor parte de los ancianos, salvo impedimentos
físicos graves, se encuentran en disponibilidad de fortalecer y desarrollar
actividades que les despiertan placer. El despliegue de dichas actividades, ya
sean intelectuales, culturales o físicas, retrasan el deterioro mental y
anímico que ocurre en el proceso fisiológico del envejecimiento.
Esta es una etapa en la se adquiere un nuevo rol: el
de ser abuelos, rol que conlleva la idea de perpetuidad.
Los abuelos cumplen una función de continuidad y
transmisión de tradiciones familiares, culturales y sociales.
Por ello jubilarse y envejecer no justifica que nos
retiremos de la vida social sino que por el contrario, implica una forma
diferente de participación, indispensable para nuestro propio crecimiento y el
de nuestros hijos.
El miedo a la vejez tiene que ver con la idea
instalada en el imaginario social: declinación de todas las funciones,
deterioro físico y psíquico, y la temible falta de autonomía que lleva
implícita la dependencia.
Los fantasmas del envejecer están relacionados con los
prejuicios de nuestra sociedad, que se ciernen sobre ellos signándoles a tener
conductas acordes a lo determinado por dicho imaginario.
¿Qué nos pasa como sociedad que no podemos ver que
nuestros mayores representan el compendio de la memoria de la experiencia, y
por lo tanto de la sabiduría, valores necesarios para que la sociedad se
desarrolle?
¿ Que nos pasa como sociedad que no podemos recuperar
las pautas de respeto a la experiencia y el afecto hacia las generaciones de
mayores, de cuyo consejo y testimonio dependen también la estabilidad y la
columna vertebral de nuestro cuerpo social?
¿ Que nos pasa como sociedad que no podemos ver que la
tercera edad es el comienzo de una nueva actividad: la transmisión de saberes
que requieren ser escuchados, desde la implicación de los mayores, en las
grandes y pequeñas cosas que conforman el devenir de la sociedad?
Ser mayor no es estar retirado, es por el contrario
una forma diferente de participación, que es indispensable para nuestro propio
crecimiento y el de nuestros hijos.
Cómo
tratar a los ancianos
El problema que para las familias suponen las personas
de edad avanzada se plantea incluso en lo más elemental: no sabemos ni cómo
referirnos a ellas. Tercera edad, personas mayores, viejos, abuelos,
ancianos... Cada expresión tiene sus connotaciones, la elección no es baladí.
En el fondo, este problema de denominación manifiesta
la incertidumbre que padecemos ante los grupos socialmente menos favorecidos, o
marginados de la vida cotidiana. ¿Dónde los colocamos? ¿Cómo los valoramos?
¿Cómo los tratamos? ¿Qué hacer para que no se automarginen, para que
intervengan en el devenir de la sociedad? Un matiz importante: este
desconcierto ante el fenómeno de la vejez lo muestran las familias y las
generaciones más jóvenes, pero también las propias personas de edad avanzada.
Convengamos en que la imagen que sobre la vejez
trasmite las sociedades económica y socialmente desarrolladas dista mucho de
resultar atractiva o envidiable. En parte, puede explicarse por la decepción de
contemplar que se va perdiendo el sitio, el protagonismo, el poder físico,
intelectual, sexual, económico, laboral¿ Es una situación, aceptémoslo,
compleja, con aspectos objetivamente negativos y difícil de ser percibida como
deseable. Y más en un mundo en que el deseo se ha erigido en el motor de la
vida económica e incluso en móvil de decisiones en el espacio de lo personal.
La sociedad excluye a los ancianos y ellos mismos
parecen en muchos casos dispuestos a arrinconarse en el furgón de cola, el de
los menos activos. Desde esas dos dimensiones complemetarias debemos contemplar
la situación: qué podemos hacer por el colectivo de los viejos y qué pueden
hacer ellos por sí mismos. Para empezar, una de las asignaturas pendientes de
esta sociedad que envejece a un ritmo que demógrafos, economistas y psicólogos
no dudan en calificar de preocupante, es cómo cambiar la imagen del
envejecimiento, paso indispensable para que tanto las personas que entran en
esa fase vital como la sociedad en general modifiquen sus actitudes ante los
ancianos.
El mito de la eterna juventud, una trampa sin salida
Cuando alguien, refiriéndose a una persona mayor,
dice: "qué bien, qué joven está", implícitamente está afirmando que
lo bueno, en realidad, es ser joven. Lo demás son apaños. Está manifestando que
lo que se aprecia socialmente es la juventud, y que ser viejo no es un valor,
sino casi un defecto. Otra frase reveladora: "En mis tiempos¿", da a
entender que su oportunidad, su sitio, ya han pasado: que no hay un hueco
relevante para los ancianos. Poco a poco, se va asentando la presunción, cuando
no la convicción, de no pertenecer a esta época. Así, la persona mayor se
siente excluida y cada día confirma que va perdiendo relevancia social.
Pero ser viejo tiene sus cosas positivas. Sin ir más
lejos, sentirse protagonista de su propia evolución como persona y, más que
nunca, un importante miembro de la comunidad a la que pertenece. La sociedad,
no lo neguemos (¿cuántas películas de TV o cine, anuncios, o pases de modelos
tienen por protagonistas principales a personas mayores?) discrimina a los
viejos, pero éstos también tienen alguna responsabilidad en tanto que, a veces
inconscientemente, participan activamente ("eso es cosa de jóvenes, que
decidan ellos") en este proceso de segregación y desconsideración de los
mayores.
¿Qué hacer para integrar a los ancianos en la vida
cotidiana?
En primer lugar, trasmitir a la sociedad en su
conjunto las necesidades de los viejos, qué piensan, cómo se sienten. Todos
deberíamos saber que es una situación que nos va a llegar, no podemos seguir
mirando a otro lado, y negarnos a nosotros mismos que nos acercamos, o que ya
hemos llegado a la Tercera Edad.
Es difícil, porque los intereses de mercado han
instalado el mito de la juventud y han dictado que esa fase de nuestra vida,
efímera por definición, debe perdurar indefinidamente. Cada arruga es una
herida que debemos ocultar, en lugar de la feliz constatación de que seguimos
viviendo, disfrutando de nuestro crecimiento personal y de otros placeres
anteriormente desconocidos o insuficientemente valorados.
Una decisión personal
En realidad, ¿qué es ser viejo? La mayoría de las
definiciones subrayan los aspectos deficitarios, negativos: la vulnerabilidad,
la propensión a las enfermedades, la progresiva marginación, el acercamiento de
la muerte. El envejecimiento es un hecho ineludible, pero el considerarse
agotado, en régimen de bajas revoluciones y al margen de las cuestiones que
afectan a la sociedad en su conjunto, es una opción estrictamente individual.
Cada persona decide paulatinamente, a veces por simple
hastío, otras por convencimiento, que reducirá drásticamente su ritmo vital,
que no hará deporte, ni aprenderá informática, ni viajará, ni practicará el
sexo¿ En otras palabras, cada uno, en decisión personal e intransferible,
establece cuándo "es viejo para...". No es lo mismo un jubilado que
sigue con sus paseos y acude regularmente a la piscina, sigue la actualidad leyendo
diarios, frecuenta a sus amigos y familiares, va al cine o al teatro, juega al
ajedrez, participa en un taller de escritura, milita y colabora en una ONG o
partido político, que otro cuyas únicas actividades reseñables son dormir, ver
la TV, jugar a cartas y quejarse de sus enfermedades ante sus compañeros
pensionistas.
Integrar a los mayores
En octubre de 1.999 se inauguró la conmemoración del
Año de las Naciones Unidas de las Personas Mayores, bajo el lema "Una
sociedad para todas las edades". Se trabajó para que se partiese de una
sociedad con un "diseño para todos"; crear y producir pensando en
todas las personas y tener en cuenta las necesidades o dificultades específicas
de todas aquellos que no cuentan con toda la capacidad, autonomía o habilidad
física, psíquica o sensorial que se suponen habituales. Un diseño que debiera
generalizarse en todos los ámbitos de la vida cotidiana, pública y privada.
Pero este "diseño para todos" deberá ser,
ante todo, una filosofía basada en la igualdad de derechos de todas las
personas. Ha de incluir además una consulta previa a los posibles usuarios, ya
que son éstos quienes están en mejores condiciones de señalar sus necesidades y
las dificultades y limitaciones con las que se encuentran.
Respeto, atención y cariño son los tres principios
básicos en la relación con nuestros mayores. Respeto a su momento psicofísico,
a su ritmo propio, a sus valores y concepciones, a sus comportamientos, a sus
deseos y querencias, a su propia organización de la vida. Ello no implica estar
de acuerdo siempre con ellos cosas y habría que distinguir dónde está la
frontera entre lo que estos desencuentros afectan a la vida de los no mayores.
El consenso es la fórmula más deseable. De todos modos, los mayores tienen
derecho a elegir cómo quieren vivir, porque inmiscuirnos e imponer nuestros
criterios equivale a un abuso de poder y a una falta de respeto a su libertad.
La atención al anciano será siempre desde una escucha
abierta, positiva y sin juicios de valor ni prejuicios. Esta atención lleva
implícita la dedicación de un cierto tiempo para escuchar cómo está esa persona
mayor, cómo vive, qué quiere, qué le gusta, cómo percibe sus recuerdos y
experiencias. Esta actitud es muy diferente a la de "oir las batallitas
del abuelo". La escucha de la que hablamos es humana y está teñida de
aprecio, consideración, cercanía y acompañamiento.
Ya en el último de los tres principios citados, el
cariño debemos proporcionárselo a los mayores en grandes dosis, porque en esta
edad se valora más que nunca el afecto, la sensibilidad que dejamos escapar a
menudo por la servidumbre que mostramos ante la seriedad, el trabajo, el
sagrado concepto del deber, los prejuicios, la timidez y la vergüenza. Pero no
nos referimos a un cariño ensimismado o ñoño, sino más bien a ese cariño que se
trasmite a través de ese interés por lo que les ocurre a nuestros mayores, por
el respeto, la escucha, ese tiempo de dedicación... y que se traduce en
nuestros gestos, nuestra mirada, nuestro tono cálido a la hora de dirigirnos a
ellos. Y también, por qué no, el cariño manifestado mediante la caricia: esa
mano que se posa, que presiona, que agarra, ese abrazo que funde la distancia y
ese beso que hace sentir que no se está solo y que se es querido y valorado.
Mucho diálogo
El diálogo y la solidaridad intergeneracional son los
resortes insustituibles para promover el aprovechamiento de la riqueza cultural
de las personas de edad avanzada y la mejora de su autoestima, además de para
sentar las bases de una óptima integración de los mayores en la sociedad. Ser
mayor no debe constituir un obstáculo para ser feliz. El camino deseable sería
ir hacia una envejecimiento saludable, porque hacernos mayores (¿cuándo
empezamos a ser realmente unos viejos, a los sesenta, a los setenta... y por
qué?) no es sinónimo de enfermedad, y uno de los retos de nuestra época es
vivir más, pero también mejor.
Independientemente de la edad cronológica de un
individuo, su "interés por la vida" es el factor clave de la
existencia y no sólo depende de esa persona, sino también de las redes sociales
en las que funciona su vida. Las relaciones con las personas mayores han de
estar enmarcadas en ese principio de solidaridad e interés por lo que les
ocurre. Hemos de aportar lo mejor de nosotros mismos y adquirir la destreza de
transformar las dificultades en posibilidades de mejora. Esto es, en percibir
los problemas como oportunidades y como medios de superarnos como personas.
La madurez de la experiencia nos dice que las barreras
que surgen a lo largo de la vida no pueden impedir nuestro desarrollo; al
contrario, representan una invitación a replantearnos los límites de nuestra
creatividad o como diría P. Freire a darnos cuenta de que somos seres en
transformación y no en adaptación. A ser conscientes de lo devastador de los
enfados y de las actitudes negativas y pesimistas.
El temor a envejecer
Todo empieza un día como otro cualquiera
en el que vas por la calle y de repente un adolescente te pregunta la hora
dirigiéndose a ti como "señora". A partir de ese momento tu vida
sufre una crisis de identidad porque no habías asumido que te estabas haciendo
mayor y precisamente ha tenido que ser un adolescente con una simple cuestión
quién te ha abierto los ojos a la realidad que tanto nos asusta: la madurez.
Los síntomas de envejecimiento parecen
desarrollarse estrepitosamente como si nuestra primera etapa de la vida hubiera
sido filmada en cámara lenta y ahora ya tuvieran prisa por terminar. Pero
nosotras, queridas amigas, tenemos una ventaja sobre nuestras madres y abuelas
y esta es que nuestra generación ha crecido con oportunidades como si se
tratase de la época de rebajas. Cada día tenemos más oportunidades en el mundo
laboral con excelentes expectativas similares a las que pudieran tener los
hombres. Parece por fin que hemos roto con los convencionalismos y el machismo
extremo. La cirugía plástica y estética nos hace la madurez mucho más receptiva
y lo principal, tenemos decisión sobre nuestra vida.
Cuantas veces vuestras madres os habrán
dicho: ¡Vuestra generación es diferente, las mujeres ya tienen control sobre
su propia vida!
Y es verdad, nosotras decidimos si queremos operarnos los senos o quitarnos las feas cartucheras para así poder madurar de forma más atractiva; decidimos estudiar porque deseamos cultivarnos intelectualmente y cuando llegamos a lo que consideramos inicio de la madurez, deseamos saborear cada pequeño espacio de nuestra vida con vitalidad, por ello no nos da miedo la menopausia ni envejecer, porque ese camino esperamos vivirlo con plenitud eligiendo como única alternativa posible la salud.
Y es verdad, nosotras decidimos si queremos operarnos los senos o quitarnos las feas cartucheras para así poder madurar de forma más atractiva; decidimos estudiar porque deseamos cultivarnos intelectualmente y cuando llegamos a lo que consideramos inicio de la madurez, deseamos saborear cada pequeño espacio de nuestra vida con vitalidad, por ello no nos da miedo la menopausia ni envejecer, porque ese camino esperamos vivirlo con plenitud eligiendo como única alternativa posible la salud.
Estos son algunos de los pensamientos de
estas mujeres ya maduras:
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Antes pensaba
que el hecho de cumplir los 40 años era ya ser madura y en consecuencia
envejecer, ahora que los tengo, no está tan segura de ello.
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La llegada de
la menopausia fue para mí como un segundo nacimiento. Empece a disfrutar de
las relaciones sexuales por primera vez porque ya no tenía que preocuparme
por un posible embarazo.
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Ahora me doy
cuenta que la vida se vive demasiado aprisa sin tiempo para aprender todo lo
que nos enseña. Ahora con el inicio de esta nueva etapa en mi vida, cada
segundo, cada instante que vivo lo saboreo como si fuera el último.
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Por desgracia no todas las mujeres llegan
a esta etapa con una claridad de ideas como los ejemplos anteriormente vistos;
otras, por el contrario, viven la madurez con miedo y en vez de experimentar y
saborear, se esconden bajo la concha lamentándose de lo rápido que ha sucedido
todo. Se acomodan a envejecer y dejan que las células que forman su cuerpo se
agrieten y oxiden porque simplemente ya han cumplido los cuarenta. Las crisis
se suceden unas a otras: nuestros hijos mayores nos vienen a agobiar con sus
problemas, después nos abandonan, nuestras parejas probablemente encuentren
otras mujeres más deseables y bonitas y también nos abandonarán y nosotras,
¿dónde iremos ya "viejas" y en consecuencia, poco atractivas si toda
la vida la hemos utilizado para satisfacer nuestro entorno? Este tipo de
pensamientos negativos bloquea una correcta visión de nuestras posibilidades y
la poca confianza en nosotras mismas debida a una carente autoestima nubla
nuestra propia individualidad.
Solemos sucumbir en la ansiedad y
depresión porque son etiquetas que forman parte de nuestra generación. Pensemos
en la cantidad de estrés que se genera debido a los cambios de la autoimagen:
aparecen canas, arrugas alrededor de los ojos, se nos cuelgan los brazos y el
cuello deja ya de ser atractivo. Pero pensemos en lo que muchas mujeres, y
probablemente nosotras mismas, hemos ganado al cumplir los cuarenta:
experiencia, elegancia, atractivo, intelectualidad y sensualidad. 5 cualidades
que creo deberemos tener muy en cuenta cuando lo único que nos preocupe sea la
fatídica cifra para iniciar una depresión.
Alrededor de los cincuenta, muchas mujeres
se sentirán llenas de energía para centrarse en los muchos beneficios que
tienen que ofrecerles las décadas que les quedan por delante. Así muchas se
empezarán a realizar plenamente como mujeres en cualquier ámbito en ese
período. Los cincuenta tienen algo de simbólico porque marcan de algún modo la
mitad de nuestra existencia ya que la mayoría de las personas no espera vivir
más de un siglo así es que los cincuenta son el punto de inflexión. Comenzamos
a pensar mucho en el pasado reflexionando sobre el sentido que ha tenido
nuestra vida ya transcurrida. Es período de meditación, de reencuentro con
nuestro interior; si en la mediana edad padecimos crisis ahora es momento de
revivirlas de nuevo como si se tratara de la difícil adolescencia. A esto se
suman que nuestro entorno conocido también madura y la muerte se ve más cercana
teniendo que superar en determinadas ocasiones períodos de duelo no antes
experimentados que nos provocan dolor e inquietud. Si además enviudamos
tendremos que enfrentarnos a terminar el largo recorrido en soledad y eso es
algo a lo que muchos de nosotros tememos porque no supimos practicar a tiempo
la propia individualidad. Los diez tipos de soledad que se relacionan con esta
etapa según Lopata son:
1. Echar en falta a una persona en
concreto
2. Echar en falta el hecho de ser querida
3. Echar en falta la posibilidad de querer a otro
4. Echar en falta una relación profunda
5. Echar en falta tener a alguien en casa
6. Echar en falta compartir las tareas
7. Echar en falta la forma de vida de la gente casada
8. Echar en falta la satisfacción de ir acompañada
9. Tener que intensificar las demás relaciones
10. Problemas para hacer nuevas amistades
2. Echar en falta el hecho de ser querida
3. Echar en falta la posibilidad de querer a otro
4. Echar en falta una relación profunda
5. Echar en falta tener a alguien en casa
6. Echar en falta compartir las tareas
7. Echar en falta la forma de vida de la gente casada
8. Echar en falta la satisfacción de ir acompañada
9. Tener que intensificar las demás relaciones
10. Problemas para hacer nuevas amistades
Si has llegado al fin de tu matrimonio o
relación, te encuentras sola y tienes más de cuarenta años y te cuesta
adaptarte al hecho de envejecer, te propongo unas medidas para hacer más
positiva la experiencia que te toca vivir:
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No juzgues
tus necesidades. Eso no será síntoma de debilidad o de falta de autosuficiencia.
Si necesitas estar acompañada, sentirte querida, no dudes en comunicarte, en
relacionarte con gente de tu edad y expresar esa necesidad tantas veces como
lo requieras. Evidentemente no necesitamos de los demás como sí del alimento
para sobrevivir, pero debes permitirte decidir que te guste poder compartir
con otras personas.
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No reprimas
los sentimientos de tristeza que pueden invadirte de vez en cuando porque si
te acostumbras a ello reprimirás los de alegría tan positivos para tu mente.
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Acepta ser
quién eres. Ama tu vida y déjala fluir libremente sin ponerle frenos. No
importa la edad que tengas o cómo la sociedad te encasille. No tengas
prejuicios y serás más feliz.
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6. SEXTA ETAPA. La
Ancianidad:
Textos bíblicos de consulta: Ex.3:16. Un.11:16. 25:19-32. 1R.12:8.
2Cr.10:8. Job.12:12. Ez.8:11. Dn.7:9. Jl.2:28. Hech.2:17. 20:27. Film.9.
Apc.4:4.


Esta
etapa empieza a los 70 años aproximadamente, es el último periodo de vida del
ser humano, aquí son las arrugas más notorias, cambia la forma de hablar, y
algunos (la gran mayoría) problemas de salud, que hacen que a veces no lleguen
a esta edad porque los ataca incluso en medio de la vejez. Las enfermedades más
comunes son las de pérdida de vista, problemas para caminar por lo que muchos
ancianos usan bastón, etc.
La etapa final de la vida, conocida también como
tercera edad, se inicia aproximadamente a los 60 años. Se caracteriza por una
creciente disminución de las fuerzas físicas, lo que, a su vez, ocasiona en la
mayoría una sensible y progresiva baja de las cualidades de su actividad
mental.
La declinación biológica se manifiesta por una
creciente disminución de las capacidades sensoriales y motrices y de la fuerza
física; las crecientes dificultades circulatorias, ocasionadas por el
endurecimiento de las arterias; y en general, el progresivo deterioro del
funcionamiento de los diversos órganos internos.
El anciano va perdiendo el interés por las
cosas de la vida, y viviendo cada vez más en función del pasado, el mismo que
evoca constantemente, ya que el presente y el futuro le ofrecen pocas
perspectivas. Por eso es predominantemente conservador y opuesto a los cambios,
pues así se siente seguro.
Como consecuencia de la declinación
biológica, y por factores ambientales, también se van deteriorando las
funciones intelectuales (inteligencia, memoria, pensamiento, etc). Pero este deterioro
es muy distinto en las diversas personas, dándose el caso de ancianos de
avanzada edad que se conservan en excelente forma.
Los rasgos de la personalidad y del carácter
se van modificando. Los ancianos que han tenido una adultez inmadura no saben
adaptarse con facilidad a sus nuevas condiciones de vida. Manifiestan entonces
una marcada tendencia a la desconfianza, el egoísmo, la crítica aguda
(especialmente a los jóvenes) y reaccionan agriamente contra sus familiares y
el ambiente social.
En cambio, otros ancianos, que fueron
adultos maduros, se adaptan mejor a su nueva situación y muchos hasta parecen
exagerar el optimismo, buen humor y generosidad. Esto se deba a que, en el
fondo, en la vejez se acentúan los rasgos que distinguieron
el carácter en la adultez, por lo mismo que el individuo ya no es capaz de
ejercer un completo control y dominio de sus manifestaciones psicológicas.
En los individuos especialmente dotados,
la ancianidad es una etapa de gran comprensión, equilibrio y productividad. Tal es el caso de personalidades
ilustres que siguieron contribuyendo activamente a la vida social y cultural de
su época cuando ya la mayor parte de sus coetáneos descansaban en sus cuarteles
de invierno.
La ancianidad es la etapa final de la
vida y debe merecer el más grande respeto, consideración y protección.
Conclusión: Estas seis (6) etapas de la vida humana,
nos advierte que seamos realistas con cada una de ellas. Hay una tabla promedio
de una edad de 80, que dice: que los
primeros 20 años, son para estudiar. Los segundos 20, para trabajar. Los
terceros 20, para consolidar, Y los últimos 20, para consumir. Esto nos indica
entonces, que depende de cómo vivamos esas etapas, que ojalá sea con ese
promedio cronológico de propósitos, para ser personas que al final, seamos
orgullosos de haberlas vivido. Que cada uno contribuyamos, los unos con los
otros, para que así sea. Dichoso el que llegue a la última etapa. No será una
carga para nadie, porque a quien le toque sostener a otro, debe ser otra dicha,
pues, él o ella, se lo merecieron, en especial los hijos que tengan hasta su
última hora esa responsabilidad, para que entren a la dicha sin fin de la vida
eterna con Dios.
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VEJEZ, JUBILACIÓN Y EL MITO SOCIAL
Ser viejo no
es sinónimo de estar enfermo o de estar necesariamente triste, pero con
frecuencia se considera normal un descenso en el estado de ánimo de los
ancianos.
Cuando un
adulto alcanza la edad de la jubilación representa para la propia persona dos
cosas: por un lado ha alcanzado la vejez y por otro ya no es útil a la
comunidad. Una y otra cosa van unidas y comportan sendos duelos porque el
colectivo "ancianos" están relegados de la sociedad competitiva en la
que vivimos.
INTRODUCCIÓN:
Para muchas
personas la vejez es un proceso continuo de crecimiento intelectual, emocional
y psicológico. Momento en el cual se hace un resumen de lo que se ha vivido
hasta el momento.
Es un periodo
en el que se debería gozar de los logros personales y contemplarse los frutos
del trabajo personal, útiles para las generaciones venideras.
El
envejecimiento es un proceso que comienza pronto en la persona. En general esta
realidad no se tiene en cuenta. Afecta a todos y requiere una preparación, como
la requieren todas las etapas de la vida.
La vejez
constituye la aceptación del ciclo vital, único y exclusivo de uno mismo y de
todas aquellas personas que han llegado a este proceso.
Supone una
nueva aceptación del hecho que uno es responsable de la propia vida.
Saber que
todos envejecemos, prepararnos para hacerlo bien y sacarle mayor provecho
posible a esos años, es un aspecto importante de nuestra educación.
El envejecer
es un proceso dinámico, gradual, natural e inevitable. Este proceso es
impreciso. Nos vamos dando cuenta de él por el reconocimiento de nuestro cuerpo
cambiante, del espejo, de la mirada del otro y de la exclusión de la sociedad
en la mala interpretación del proceso productivo.
La etapa de
la vejez comienza alrededor de los 65 años y se caracteriza por un declive
gradual del funcionamiento de todos los sistemas corporales. Por lo general se
debe al envejecimiento natural de las células del cuerpo.
A diferencia
de lo que muchos creen, la mayoría de las personas de la tercera edad conservan
un grado importante de sus capacidades, tanto físicas como mentales, cognitivas
y psíquicas.
También es
cierto que la vejez es una etapa caracterizada por la multiplicidad de perdidas
y la elaboración de duelos que acontecen esas pérdidas.
El sujeto que
envejece va perdiendo interés vital por los objetivos y actividades que le
posibilitan una interacción social produciéndose una apatía emocional sobre los
otros, y al mismo tiempo, el sujeto se encierra en sus propios problemas.
Esta
situación conlleva al aislamiento progresivo del anciano. Esta desvinculación
obedece en gran parte a las actitudes adoptadas por el entorno.
Como parte
del imaginario social y colectivo circulan una gran cantidad de ideas erróneas
acerca del envejecer y la vejez, funcionando como mitos y prejuicios y
perjudicando de esta manera el buen envejecer así como la adecuada inserción
del adulto.
Estos
prejuicios incorporados en la mentalidad de la gente, funcionan determinando
actitudes negativas frente al proceso del envejecer, acentuándose aun mas con
los viejos.
Estas ideas y
prejuicios no surgen azarosamente, sino que son producto del tipo de sociedad a
la que pertenecemos, una sociedad asentada sobre la productividad y el consumo,
con grandes adelantos tecnológicos, y donde la importancia de los recursos
están puestos en los jóvenes y en los adultos que pertenecen a la vida
productiva.
En forma
equivocada la sociedad valora todo aquello que le resulta productivo, por lo
tanto fácilmente se considera que las personas mayores no aportan nada, o que
por el contrario representan una carga para la sociedad.
En
consecuencia, exceptuando algunos sectores, se hace una valoración negativa,
desgraciada y poco respetuosa de las personas mayores.
La sociedad
moderna excluye a nuestros mayores, provocando en ellos malestar y complicaciones,
falta de ilusión, de alegría, de ánimo. Pero el más grande que sufren es la
soledad. Estar ausente sin integrarse en el grupo social o familiar como mero
sujeto pasivo que subsiste entre recuerdos y nostalgias.
La falta de
comunicación de afectividad y la incomprensión, son factores determinantes y
creadores de tristeza y de enfermedades.
En la
sociedad actual prima lo joven, lo bello, lo pasional, el hedonismo puro, y
todo sujeto que no se incluya en este rol de comportamiento esta apartado de la
sociedad.
Por la edad o
el aspecto físico se los arrincona, se los jubila y abandona a su suerte,
perdiendo desde el poder adquisitivo hasta la dignidad, deteriorándose su
calidad de vida.
La jubilación
actúa como barrera demarcatoria, dejando afuera de este círculo a todos
aquellos que, cumpliendo 60 o 65 años engrosan las filas de los llamados
"pasivos", obligándolos a replegarse sobre si mismos a un reposo
forzoso.
Se considera
que jubilarse es sinónimo de " no productivo", de falta de actividad.
Muchas veces
la jubilación es pensada como un vacío, como un mazazo para el cual la persona
no se encuentra preparada, dejando al sujeto sin nada que hacer.
Si bien para
muchos la jubilación es el momento de disfrutar del tiempo libre, para otros es
un momento de estrés, ya que el retiro les supone una pérdida del poder
adquisitivo y por ende en la autoestima.
Es por ello
que con la jubilación se produce un agujero que no puede llenarse. Es necesario
que a lo largo de la vida las personas, según sus tendencias e intereses,
amplíen de círculo de actividades, de manera tal que al llegar a la vejez,
puedan ocupar el tiempo que tienen a su disposición.
La tercera
edad es en realidad un momento propicio para dedicarse a actividades que, por
falta de tiempo no pudieron realizarse antes.
La mayor
parte de los ancianos, salvo impedimentos físicos graves, se encuentran en
disponibilidad de fortalecer y desarrollar actividades que les despiertan
placer. El despliegue de dichas actividades, ya sean intelectuales, culturales
o físicas, retrasan el deterioro mental y anímico que ocurre en el proceso
fisiológico del envejecimiento.
Esta es una
etapa en la se adquiere un nuevo rol: el de ser abuelos, rol que conlleva la
idea de perpetuidad.
Los abuelos
cumplen una función de continuidad y transmisión de tradiciones familiares,
culturales y sociales.
Por ello
jubilarse y envejecer no justifica que nos retiremos de la vida social sino que
por el contrario, implica una forma diferente de participación, indispensable
para nuestro propio crecimiento y el de nuestros hijos.
El miedo a la
vejez tiene que ver con la idea instalada en el imaginario social: declinación
de todas las funciones, deterioro físico y psíquico, y la temible falta de
autonomía que lleva implícita la dependencia.
Los fantasmas
del envejecer están relacionados con los prejuicios de nuestra sociedad, que se
ciernen sobre ellos signándoles a tener conductas acordes a lo determinado por
dicho imaginario.
¿Qué nos pasa
como sociedad que no podemos ver que nuestros mayores representan el compendio
de la memoria de la experiencia, y por lo tanto de la sabiduría, valores
necesarios para que la sociedad se desarrolle?
¿ Que nos
pasa como sociedad que no podemos recuperar las pautas de respeto a la
experiencia y el afecto hacia las generaciones de mayores, de cuyo consejo y
testimonio dependen también la estabilidad y la columna vertebral de nuestro
cuerpo social?
¿ Que nos
pasa como sociedad que no podemos ver que la tercera edad es el comienzo de una
nueva actividad: la transmisión de saberes que requieren ser escuchados, desde
la implicación de los mayores, en las grandes y pequeñas cosas que conforman el
devenir de la sociedad?
Ser mayor no
es estar retirado, es por el contrario una forma diferente de participación,
que es indispensable para nuestro propio crecimiento y el de nuestros hijos.
Cómo tratar a los
ancianos
Estamos
desconcertados. Se nos decía que nos convertimos en adultos sólo cuando nos
quedamos sin padres, cuando perdemos su referencia y debemos buscarnos un espacio
independiente en el mundo. Pero ¿qué ocurre cuando, como afortunadamente pasa a
menudo, superamos los cuarenta y todavía nuestros hijos disfrutan de los mimos
de sus abuelos?
El problema
que para las familias suponen las personas de edad avanzada se plantea incluso
en lo más elemental: no sabemos ni cómo referirnos a ellas. Tercera edad,
personas mayores, viejos, abuelos, ancianos... Cada expresión tiene sus
connotaciones, la elección no es baladí.
En el fondo,
este problema de denominación manifiesta la incertidumbre que padecemos ante
los grupos socialmente menos favorecidos, o marginados de la vida cotidiana.
¿Dónde los colocamos? ¿Cómo los valoramos? ¿Cómo los tratamos? ¿Qué hacer para
que no se auto marginen, para que intervengan en el devenir de la sociedad? Un
matiz importante: este desconcierto ante el fenómeno de la vejez lo muestran
las familias y las generaciones más jóvenes, pero también las propias personas
de edad avanzada.
Convengamos
en que la imagen que sobre la vejez trasmite las sociedades económica y
socialmente desarrolladas dista mucho de resultar atractiva o envidiable. En
parte, puede explicarse por la decepción de contemplar que se va perdiendo el
sitio, el protagonismo, el poder físico, intelectual, sexual, económico,
laboral ¿Es una situación, aceptémoslo, compleja, con aspectos objetivamente
negativos y difícil de ser percibida como deseable. Y más en un mundo en que el
deseo se ha erigido en el motor de la vida económica e incluso en móvil de
decisiones en el espacio de lo personal.
La sociedad
excluye a los ancianos y ellos mismos parecen en muchos casos dispuestos a
arrinconarse en el furgón de cola, el de los menos activos. Desde esas dos
dimensiones complementarias debemos contemplar la situación: qué podemos hacer
por el colectivo de los viejos y qué pueden hacer ellos por sí mismos. Para
empezar, una de las asignaturas pendientes de esta sociedad que envejece a un
ritmo que demógrafos, economistas y psicólogos no dudan en calificar de
preocupante, es cómo cambiar la imagen del envejecimiento, paso indispensable
para que tanto las personas que entran en esa fase vital como la sociedad en
general modifiquen sus actitudes ante los ancianos.
El mito de la eterna juventud, una trampa sin salida
Cuando
alguien, refiriéndose a una persona mayor, dice: "qué bien, qué joven
está", implícitamente está afirmando que lo bueno, en realidad, es ser
joven. Lo demás son apaños. Está manifestando que lo que se aprecia socialmente
es la juventud, y que ser viejo no es un valor, sino casi un defecto. Otra
frase reveladora: "En mis tiempos ¿", da a entender que su
oportunidad, su sitio, ya han pasado: que no hay un hueco relevante para los
ancianos. Poco a poco, se va asentando la presunción, cuando no la convicción,
de no pertenecer a esta época. Así, la persona mayor se siente excluida y cada
día confirma que va perdiendo relevancia social.
Pero ser
viejo tiene sus cosas positivas. Sin ir más lejos, sentirse protagonista de su
propia evolución como persona y, más que nunca, un importante miembro de la
comunidad a la que pertenece. La sociedad, no lo neguemos (¿cuántas películas
de TV o cine, anuncios, o pases de modelos tienen por protagonistas principales
a personas mayores?) discrimina a los viejos, pero éstos también tienen alguna
responsabilidad en tanto que, a veces inconscientemente, participan activamente
("eso es cosa de jóvenes, que decidan ellos") en este proceso de
segregación y desconsideración de los mayores.
¿Qué hacer para integrar a los ancianos en la vida cotidiana?
En primer lugar,
trasmitir a la sociedad en su conjunto las necesidades de los viejos, qué
piensan, cómo se sienten. Todos deberíamos saber que es una situación que nos
va a llegar, no podemos seguir mirando a otro lado, y negarnos a nosotros
mismos que nos acercamos, o que ya hemos llegado a la Tercera Edad.
Es difícil,
porque los intereses de mercado han instalado el mito de la juventud y han
dictado que esa fase de nuestra vida, efímera por definición, debe perdurar
indefinidamente. Cada arruga es una herida que debemos ocultar, en lugar de la
feliz constatación de que seguimos viviendo, disfrutando de nuestro crecimiento
personal y de otros placeres anteriormente desconocidos o insuficientemente
valorados.
Una decisión personal
En realidad,
¿qué es ser viejo? La mayoría de las definiciones subrayan los aspectos
deficitarios, negativos: la vulnerabilidad, la propensión a las enfermedades,
la progresiva marginación, el acercamiento de la muerte. El envejecimiento es
un hecho ineludible, pero el considerarse agotado, en régimen de bajas
revoluciones y al margen de las cuestiones que afectan a la sociedad en su
conjunto, es una opción estrictamente individual.
Cada persona
decide paulatinamente, a veces por simple hastío, otras por convencimiento, que
reducirá drásticamente su ritmo vital, que no hará deporte, ni aprenderá
informática, ni viajará, ni practicará el sexo¿ En otras palabras, cada uno, en
decisión personal e intransferible, establece cuándo "es viejo
para...". No es lo mismo un jubilado que sigue con sus paseos y acude
regularmente a la piscina, sigue la actualidad leyendo diarios, frecuenta a sus
amigos y familiares, va al cine o al teatro, juega al ajedrez, participa en un
taller de escritura, milita y colabora en una ONG o partido político, que otro cuyas
únicas actividades reseñables son dormir, ver la TV, jugar a cartas y quejarse
de sus enfermedades ante sus compañeros pensionistas.
Integrar a los mayores
En octubre de
1.999 se inauguró la conmemoración del Año de las Naciones Unidas de las
Personas Mayores, bajo el lema "Una sociedad para todas las edades".
Se trabajó para que se partiese de una sociedad con un "diseño para
todos"; crear y producir pensando en todas las personas y tener en cuenta
las necesidades o dificultades específicas de todos aquellos que no cuentan con
toda la capacidad, autonomía o habilidad física, psíquica o sensorial que se
suponen habituales. Un diseño que debiera generalizarse en todos los ámbitos de
la vida cotidiana, pública y privada.
Pero este
"diseño para todos" deberá ser, ante todo, una filosofía basada en la
igualdad de derechos de todas las personas. Ha de incluir además una consulta
previa a los posibles usuarios, ya que son éstos quienes están en mejores
condiciones de señalar sus necesidades y las dificultades y limitaciones con
las que se encuentran.
Respeto,
atención y cariño son los tres principios básicos en la relación con nuestros
mayores. Respeto a su momento psicofísico, a su ritmo propio, a sus valores y
concepciones, a sus comportamientos, a sus deseos y querencias, a su propia
organización de la vida. Ello no implica estar de acuerdo siempre con ellos
cosas y habría que distinguir dónde está la frontera entre lo que estos
desencuentros afectan a la vida de los no mayores. El consenso es la fórmula más
deseable. De todos modos, los mayores tienen derecho a elegir cómo quieren
vivir, porque inmiscuirnos e imponer nuestros criterios equivale a un abuso de
poder y a una falta de respeto a su libertad.
La atención
al anciano será siempre desde una escucha abierta, positiva y sin juicios de
valor ni prejuicios. Esta atención lleva implícita la dedicación de un cierto
tiempo para escuchar cómo está esa persona mayor, cómo vive, qué quiere, qué le
gusta, cómo percibe sus recuerdos y experiencias. Esta actitud es muy diferente
a la de "oír las batallitas del abuelo". La escucha de la que
hablamos es humana y está teñida de aprecio, consideración, cercanía y
acompañamiento.
Ya en el
último de los tres principios citados, el cariño debemos proporcionárselo a los
mayores en grandes dosis, porque en esta edad se valora más que nunca el
afecto, la sensibilidad que dejamos escapar a menudo por la servidumbre que
mostramos ante la seriedad, el trabajo, el sagrado concepto del deber, los
prejuicios, la timidez y la vergüenza. Pero no nos referimos a un cariño
ensimismado o ñoño, sino más bien a ese cariño que se trasmite a través de ese
interés por lo que les ocurre a nuestros mayores, por el respeto, la escucha,
ese tiempo de dedicación... y que se traduce en nuestros gestos, nuestra
mirada, nuestro tono cálido a la hora de dirigirnos a ellos. Y también, por qué
no, el cariño manifestado mediante la caricia: esa mano que se posa, que
presiona, que agarra, ese abrazo que funde la distancia y ese beso que hace
sentir que no se está solo y que se es querido y valorado.
Mucho diálogo
El diálogo y
la solidaridad intergeneracional son los resortes insustituibles para promover
el aprovechamiento de la riqueza cultural de las personas de edad avanzada y la
mejora de su autoestima, además de para sentar las bases de una óptima
integración de los mayores en la sociedad. Ser mayor no debe constituir un
obstáculo para ser feliz. El camino deseable sería ir hacia una envejecimiento
saludable, porque hacernos mayores (¿cuándo empezamos a ser realmente unos
viejos, a los sesenta, a los setenta... y por qué?) no es sinónimo de
enfermedad, y uno de los retos de nuestra época es vivir más, pero también
mejor.
Independientemente
de la edad cronológica de un individuo, su "interés por la vida" es
el factor clave de la existencia y no sólo depende de esa persona, sino también
de las redes sociales en las que funciona su vida. Las relaciones con las
personas mayores han de estar enmarcadas en ese principio de solidaridad e
interés por lo que les ocurre. Hemos de aportar lo mejor de nosotros mismos y
adquirir la destreza de transformar las dificultades en posibilidades de
mejora. Esto es, en percibir los problemas como oportunidades y como medios de
superarnos como personas.
La madurez de
la experiencia nos dice que las barreras que surgen a lo largo de la vida no
pueden impedir nuestro desarrollo; al contrario, representan una invitación a
replantearnos los límites de nuestra creatividad o como diría P. Freire a
darnos cuenta de que somos seres en transformación y no en adaptación. A ser
conscientes de lo devastador de los enfados y de las actitudes negativas y
pesimistas.
El temor a envejecer
Todo empieza
un día como otro cualquiera en el que vas por la calle y de repente un
adolescente te pregunta la hora dirigiéndose a ti como "señora". A
partir de ese momento tu vida sufre una crisis de identidad porque no habías
asumido que te estabas haciendo mayor y precisamente ha tenido que ser un
adolescente con una simple cuestión quién te ha abierto los ojos a la realidad
que tanto nos asusta: la madurez.
Los síntomas
de envejecimiento parecen desarrollarse estrepitosamente como si nuestra
primera etapa de la vida hubiera sido filmada en cámara lenta y ahora ya
tuvieran prisa por terminar. Pero nosotras, queridas amigas, tenemos una
ventaja sobre nuestras madres y abuelas y esta es que nuestra generación ha
crecido con oportunidades como si se tratase de la época de rebajas. Cada día
tenemos más oportunidades en el mundo laboral con excelentes expectativas
similares a las que pudieran tener los hombres. Parece por fin que hemos roto
con los convencionalismos y el machismo extremo. La cirugía plástica y estética
nos hace la madurez mucho más receptiva y lo principal, tenemos decisión sobre
nuestra vida.
Cuantas veces
vuestras madres os habrán dicho: ¡Vuestra generación es diferente, las
mujeres ya tienen control sobre su propia vida!
Y es verdad, nosotras decidimos si queremos operarnos los senos o quitarnos las feas cartucheras para así poder madurar de forma más atractiva; decidimos estudiar porque deseamos cultivarnos intelectualmente y cuando llegamos a lo que consideramos inicio de la madurez, deseamos saborear cada pequeño espacio de nuestra vida con vitalidad, por ello no nos da miedo la menopausia ni envejecer, porque ese camino esperamos vivirlo con plenitud eligiendo como única alternativa posible la salud.
Y es verdad, nosotras decidimos si queremos operarnos los senos o quitarnos las feas cartucheras para así poder madurar de forma más atractiva; decidimos estudiar porque deseamos cultivarnos intelectualmente y cuando llegamos a lo que consideramos inicio de la madurez, deseamos saborear cada pequeño espacio de nuestra vida con vitalidad, por ello no nos da miedo la menopausia ni envejecer, porque ese camino esperamos vivirlo con plenitud eligiendo como única alternativa posible la salud.
Estos son
algunos de los pensamientos de estas mujeres ya maduras:
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Antes pensaba que el hecho de cumplir los 40 años era ya ser madura y en
consecuencia envejecer, ahora que los tengo, no está tan segura de ello.
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La llegada de la menopausia fue para mí como un segundo nacimiento.
Empece a disfrutar de las relaciones sexuales por primera vez porque ya no
tenía que preocuparme por un posible embarazo.
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Ahora me doy cuenta que la vida se vive demasiado aprisa sin tiempo para
aprender todo lo que nos enseña. Ahora con el inicio de esta nueva etapa en
mi vida, cada segundo, cada instante que vivo lo saboreo como si fuera el
último.
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Por desgracia
no todas las mujeres llegan a esta etapa con una claridad de ideas como los
ejemplos anteriormente vistos; otras, por el contrario, viven la madurez con
miedo y en vez de experimentar y saborear, se esconden bajo la concha
lamentándose de lo rápido que ha sucedido todo. Se acomodan a envejecer y dejan
que las células que forman su cuerpo se agrieten y oxiden porque simplemente ya
han cumplido los cuarenta. Las crisis se suceden unas a otras: nuestros hijos
mayores nos vienen a agobiar con sus problemas, después nos abandonan, nuestras
parejas probablemente encuentren otras mujeres más deseables y bonitas y
también nos abandonarán y nosotras, ¿dónde iremos ya "viejas" y en
consecuencia, poco atractivas si toda la vida la hemos utilizado para
satisfacer nuestro entorno? Este tipo de pensamientos negativos bloquea una
correcta visión de nuestras posibilidades y la poca confianza en nosotras
mismas debida a una carente autoestima nubla nuestra propia individualidad.
Solemos
sucumbir en la ansiedad y depresión porque son etiquetas que forman parte de
nuestra generación. Pensemos en la cantidad de estrés que se genera debido a
los cambios de la autoimagen: aparecen canas, arrugas alrededor de los ojos, se
nos cuelgan los brazos y el cuello deja ya de ser atractivo. Pero pensemos en
lo que muchas mujeres, y probablemente nosotras mismas, hemos ganado al cumplir
los cuarenta: experiencia, elegancia, atractivo, intelectualidad y sensualidad.
5 cualidades que creo deberemos tener muy en cuenta cuando lo único que nos
preocupe sea la fatídica cifra para iniciar una depresión.
Alrededor de
los cincuenta, muchas mujeres se sentirán llenas de energía para centrarse en
los muchos beneficios que tienen que ofrecerles las décadas que les quedan por
delante. Así muchas se empezarán a realizar plenamente como mujeres en
cualquier ámbito en ese período. Los cincuenta tienen algo de simbólico porque
marcan de algún modo la mitad de nuestra existencia ya que la mayoría de las
personas no espera vivir más de un siglo así es que los cincuenta son el punto
de inflexión. Comenzamos a pensar mucho en el pasado reflexionando sobre el
sentido que ha tenido nuestra vida ya transcurrida. Es período de meditación,
de reencuentro con nuestro interior; si en la mediana edad padecimos crisis
ahora es momento de revivirlas de nuevo como si se tratara de la difícil
adolescencia. A esto se suman que nuestro entorno conocido también madura y la
muerte se ve más cercana teniendo que superar en determinadas ocasiones
períodos de duelo no antes experimentados que nos provocan dolor e inquietud.
Si además enviudamos tendremos que enfrentarnos a terminar el largo recorrido
en soledad y eso es algo a lo que muchos de nosotros tememos porque no supimos
practicar a tiempo la propia individualidad. Los diez tipos de soledad que se
relacionan con esta etapa según Lopata son:
1. Echar en falta a una persona en
concreto
2. Echar en falta el hecho de ser querida
3. Echar en falta la posibilidad de querer a otro
4. Echar en falta una relación profunda
5. Echar en falta tener a alguien en casa
6. Echar en falta compartir las tareas
7. Echar en falta la forma de vida de la gente casada
8. Echar en falta la satisfacción de ir acompañada
9. Tener que intensificar las demás relaciones
10. Problemas para hacer nuevas amistades
2. Echar en falta el hecho de ser querida
3. Echar en falta la posibilidad de querer a otro
4. Echar en falta una relación profunda
5. Echar en falta tener a alguien en casa
6. Echar en falta compartir las tareas
7. Echar en falta la forma de vida de la gente casada
8. Echar en falta la satisfacción de ir acompañada
9. Tener que intensificar las demás relaciones
10. Problemas para hacer nuevas amistades
Si has
llegado al fin de tu matrimonio o relación, te encuentras sola y tienes más de
cuarenta años y te cuesta adaptarte al hecho de envejecer, te propongo unas
medidas para hacer más positiva la experiencia que te toca vivir:
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No juzgues tus necesidades. Eso no será síntoma de debilidad o de falta
de autosuficiencia. Si necesitas estar acompañada, sentirte querida, no dudes
en comunicarte, en relacionarte con gente de tu edad y expresar esa necesidad
tantas veces como lo requieras. Evidentemente no necesitamos de los demás
como sí del alimento para sobrevivir, pero debes permitirte decidir que te
guste poder compartir con otras personas.
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No reprimas los sentimientos de tristeza que pueden invadirte de vez en
cuando porque si te acostumbras a ello reprimirás los de alegría tan
positivos para tu mente.
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Acepta ser quién eres. Ama tu vida y déjala fluir libremente sin ponerle
frenos. No importa la edad que tengas o cómo la sociedad te encasille. No
tengas prejuicios y serás más feliz.
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